lunes, 11 de noviembre de 2013

Es tan cierto que casi da miedo



Sonó el silbo, un escape del vapor de la caldera, una nubecilla que vino a deshacerse frente al gran farol de la locomotora. Volvió a sonar  con fuerza y esta vez acompañado de un ronchar de cadenas y enganches como el chasquido que producen los nudillos cuando se fuerzan las articulaciones.

El humo parecía preceder al tren, y el vapor de la caldera, que escapaba de los pistones daba a la imagen algo de la neblina de los sueños. Volvió a sonar el silbo. Esta vez con un claro tirón. Los vagones, como vertebras de un animal fabuloso que se despereza, recuperaron la distancia en sus enganches. Subí la escalerilla y me quedé en pie en el balconcillo del último vagón, levanté mi mano en un gesto de adiós. El convoy gemía y el humo de la chimenea pasando sobre mi cabeza, me confirmo que estábamos en marcha.

Mucho tiempo conservé esa imagen en mi mente, el humo quedaba atrás como la parte de mi vida que acababa. En el andén, quedaba borrosa la figura de Clara. El humo del tren las ideas viejas, Clara saludando en un adiós perpetuo. Sin resquicio de vuelta sin esperanza. El viejo caserón la estación internacional era sin nostalgia lejos.

Han pasado treinta años, tal vez más, desde aquel adiós. Paseo por el andén, ya no hay humo tampoco trenes. El edificio languidece, se desmorona poco a poco, las hierbas crecen entre las vías.  La ausencia de los guardagujas se hace notoria. En las barras de los cambios, faltan las cadenas que aseguraban su inmovilidad. Algún mangante se llevó dos o tres contrapesos de las palancas. Faltan los faroles de señales. No sé porque, los imagino adornado alguna bar de esos modernos

Clara no está, salió unos meses más tarde que yo y en dirección contraria. Fue hacia el oeste hacia el mar bravío. Por un tiempo me llegaron sus cartas, estaba con Manuel allá al otro lado de la tierra.  A diez y ocho horas de tren. Entonces era el más allá, viajar en un ferrocarril de la época era una triple lección de geografía, física, se veían los montes y los ríos que antes fueron manchas en el mapa. Se palpaba la economía, cereal viñedo industria. Se oían hablares se conocía gente. Yo crucé varias veces la península, de norte a sur, de este a oeste. No había mejor experiencia, que un expreso de hace tres o cuatro decenios. Paraba aquí, allá en un trasiego continuo de gentes, un cambio de peculiaridades de idiosincrasias.

A mí me gustaba ir a mis trabajos en tren y en tren de cercanías, si estabas atento se aprendía mucho. Llegabas al destino transfigurado, por lo menos con aires de oriundo y casi asimilando el deje y acento local. Eso era mi punto fuerte en mi trabajo. Para vender y más lo que yo vendía hace falta convencer. No se puede convencer a quien no se conoce.

Hoy domina el avión y el tren de alta velocidad, los trenes ahora unen ciudades, separan pueblos.
Es la globalización pero eso ya termina. La globalización es un fenómeno posindustrial primero la industria produjo miles miríadas de productos. Eso llevó a un marketing uniforme. Primer paso de la globalización. Después una vuelta de tuerca más y la industria vino a producir a nuestra casa. Consumíamos lo de allí con coloratura hispana. Por ejemplo vestíamos vaqueros y camisas Mao. Ninguno de las dos prendas era indígena pero. Supongo que hubo iberos que vistieron la toga y calzaron cáligas.

Con los vaqueros murió el campesino, murió la autarquía. Murieron jadas y jadicos y la tierra roturada era obra del tractor. Murió la cultura rural, ya no se hacen los dulces caseros ni se hace conserva ni se mata en casa y todo ese saber quedó obsoleto escondido. Ahora era el momento de saber de ofertas, de precocinados y congelados.

Se vivía de otra manera si, antes era el gallo quien marcaba el alba, el principio del trabajo diario. Eso cambió por los toques de sirena, que macaban los turnos en la fábrica. Y perdimos la identidad. Alcanzamos nuevas ocupaciones, nuevos títulos, aparecieron los RRPP especializados en realización de eventos. Disolvimos al hombre, en funciones especializadas en eventos y creo que se nos olvidó vivir. La era industrial, el hombre pieza el individuo engranaje, normalizado pulido idéntico a otro. También produjimos la sobre medicación. Antes en el campo los labriegos hacían correr la bota el porrón. Ahora tenemos la sociedad de Prozac para todos, anti-colesterol por grifo, felicidad en vena. El soma, el mundo feliz de Huxley. El estado del bienestar fruto del bienestar en el estado.

Vuelvo a la vieja -gare le chemin de fer- camino de hierro, paralelas de acero que dejaron de unir para solo se conducto. Vuelvo al punto de partida la sociedad industrial se muere, ella no lo sabe. Se muere, ha sido suficiente una crisis la última para poner en jaque la industria la banca, el gran almacén, la gran empresa, tienen que cerrar, no lo saben pero están muertas su tiempo pasó son pretérito siempre imperfecto. Lo que llaman globalización la aldea global es dudoso que exista.
Hoy nos aproxima el tren informático. No hay estaciones intermedias, además las rutas de enlace no son siempre las mismas. Internet es una comunicación persona a persona. Conocimiento con conocimiento. Vamos de un domicilio de ideas a otro como dicen los anglosajones de un think tank -tanque de pensamiento- o tanque de ideas a otro. Pero puede ser o no ser un grupo, ser o no ser un lobby. En realidad es una comunicación entre mónadas. Una noosfera, Si Leibniz o Teilhard de Chardin levantaran cabeza. El reflujo social nos lleva al terreno soñado, aquel mismo que el industrialismo negó.

Cada día somos más los que estamos fuera. Fuera del rito social fuera de la iglesia donde ofician políticos sin vergüenza. Y haremos un mundo nuevo, el saber está en la red, ahora no se mueven hombres, se desplaza el conocimiento. Volvemos a una nueva edad de piedra, visitamos con soltura las cuevas de otra tribus. Conocemos sus técnicas sus pensamientos.

Aquí está aquí como hacer el yogur el mazapán el queso. Pronto haré Jijona, puede que termine apañando mi ropa, haciéndome las alborgas, no puedo procrastinar más el hecho. Muere la industria y nace un mundo nuevo.               

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