La cajera del banco, era una
maciza que debería andar por la mitad de la treintena. Vestía aquel día un
traje de una pieza ceñido de color gris. Un dibujo estampado recordaba vagamente
la piel de una serpiente.
En un momento se levantó a buscar
algo a la impresora que estaba situada unos metros más atrás. No, no, lo
recuerdo bien, fue a por un sobre con una tarjeta de crédito para la persona
que atendía. Yo estaba en la cola paralela
a su puesto. Iba a decir ventanilla,
como si aun quedaran bancos con ventanilla. La banca es el negocio que más ha
cambiado a pesar de su inmovilismo. Lo que ha evolucionado desde aquellos
cambistas con kipá que se sentaban en
nuestras calles comerciales. Una banca de madera y una mesa era todo lo que
necesitaban para ejercer su oficio.
Oficio, ¿ofidio? no se algo de lo segundo y mucho de lo primero.
En estas cosas andaba mi mente,
cuando el taconeo de la empleada me anunció su regreso. Sus caderas tenían un
suave bamboleo y embutidas en el ceñido traje me recordaron el amenazador baile
de una cobra. Se acercó al mostrador y lanzó su mortal ataque. Desprendió parte
del sobre, lo puso ante su víctima y dijo firme aquí es el recibí de la tarjeta,
y aquí es el que ha recibido la calve de uso. Y por último aquí es la
confirmación de que había solicitado usted es medio de pago, si aquel que ya
firmó por triplicado recuerda...
La victima, una mujer algo mayor
que ella, en seguida sintió los efectos del veneno, quedó paralizada y por
supuesto a merced de la entidad ese es el juego.
Yo pedí disponer de mi dinero
billetes del BCE, nada de plásticos. El dinero es la tarjeta de crédito del
hombre pobre. Y yo soy, mentalmente al menos pobre. Y además muy cauto nunca
llevo explosivo plástico en la cartera. Con esas cosas uno no sabe, cuando o
que puede actuar de cebo.
1 comentario:
Yo no se, pero seguro que los departamentos de markeing de los grandes centros lo saben. La tentación de ya pagará usted no se preocupe... seguro tienen esa frase esa contraseña que hace detonar nuestra cartera nuestra economía y hasta nuestra voluntad.
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